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La democracia más allá de las elecciones en Europa: el caso de la democracia participativa

Alberto Alemanno|
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Alberto Alemanno

Entre profundas transformaciones sociales y la revolución tecnológica que están fomentando mayores expectativas de participación, ha llegado el momento de que la UE se vuelva más participativa y colaborativa en su toma de decisiones.

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Durante casi dos décadas ha existido una creencia generalizada y cada vez más intensa de que, sin una mayor participación de los ciudadanos, la Unión Europea (UE) está condenada al fracaso. A medida que pasa el tiempo, esta profecía se está cumpliendo por sí sola. A pesar de los renovados e innumerables llamados a la necesidad de incorporar las voces de los ciudadanos comunes a la vida pública, poco cambiará antes y más allá de la próxima Conferencia Europea. de las elecciones. El surgimiento de fuerzas populistas que afirman representar al pueblo en su conjunto ha eclipsado y, como resultado, revertido la agenda participativa de la UE en lugar de acelerarla. El fracaso de las tan esperadas Consultas Ciudadanas Europeas –el primer proyecto participativo paneuropeo para involucrar a ciudadanos de todos los Estados miembros de la Unión Europea en un debate sobre el futuro del continente– personifica las limitaciones compromiso y la imaginación de una participación genuina en Europa. La UE necesita alejarse urgentemente de tales procesos participativos ad-hoc diseñados país por país como soluciones rápidas, desestructuradas, con fondos insuficientes y, a menudo, condescendientes para un problema antiguo y persistente. En su lugar, debe adoptar un paradigma participativo completamente nuevo que coloque a los ciudadanos al frente del proceso de integración de la UE y los capacite tanto para establecer y supervisar las agendas, siempre y cuando lo defiende el Open Government Partnership.

El pecado original de Europa

Detrás de una medida tan apremiante hay una creciente demanda de hacer que la acción de la UE sea inteligible y democráticamente legítima. Esto implica hacer que la UE sea responsable de sus acciones y un mejor representante de sus residentes, no solo como una suma de sus nacionales sino también como una comunidad transnacional de ciudadanos europeos. Si bien los mecanismos de responsabilidad y representación política son la base de cualquier estado democrático, estas características faltan en la Unión Europea debido a una combinación de diseño institucional e historia. Como resultado, actualmente no hay canales políticos accesibles para los ciudadanos europeos (o cualquier otro actor) para responsabilizar a sus estados miembros y representantes políticos dentro de la UE. Esto es obviamente muy problemático, ya que invariablemente traduce cualquier crítica a la UE en un rechazo total de su proyecto subyacente y agrava aún más la abstención en las elecciones parlamentarias europeas.

La democracia participativa como camino a seguir

Para compensar este vacío de responsabilidad política, la UE ha decidido con el tiempo extraer su legitimidad democrática no solo de la democracia representativa, sino también de la democracia participativa. Sin embargo, las vías de participación más recientes desafortunadamente siguen siendo desconocidas para muchos (por ejemplo, ciudadanos de la UE) y son utilizadas en exceso por pocos (por ejemplo, cabilderos empresariales). A medida que las personas sienten cada vez más los efectos de las políticas de la UE en sus vidas, existe una demanda creciente pero no detectada de participación más allá de las elecciones dentro de las sociedades europeas. El desafío para la Unión es poder capturar una demanda fluida tan popular y acomodarla dentro de su rígido marco institucional.

Fomento de la capacidad cívica europea

En caso de que se integren en los procedimientos de toma de decisiones existentes, las prácticas de democracia participativa existentes podrían ofrecer a la UE un sistema de rendición de cuentas potente y receptivo capaz de hacer que la UE sea más receptiva y, en última instancia, restaurar la confianza del público en sus instituciones políticas y convertir a la UE en un proyecto popular. . Para que esto ocurra, la UE debe crear un entorno político propicio y colaborativo para fomentar participacion ciudadana más allá de las elecciones. Dicho entorno puede generar formas de participación alternativas y no convencionales que sean capaces de canalizar la participación pluralista de los ciudadanos en la conversación política y acercar a los ciudadanos a sus representantes y viceversa, tanto durante las elecciones como entre ellas.

Solo al exponer la maquinaria institucional europea a las necesidades y preferencias de sus comunidades sobre el terreno, será posible realinear lo local con la gobernanza cotidiana de la UE. Como lo demostró la crisis migratoria, Europa no puede darse el lujo de parecer pasiva ante las preocupaciones de sus ciudadanos sobre el peligro percibido. Esto requiere un cambio fundamental en la cultura política y administrativa y legal en Europa. Entre profundas transformaciones sociales y la revolución tecnológica que están fomentando mayores expectativas de participación, ha llegado el momento de que la UE se vuelva más participativa y colaborativa en su toma de decisiones.

Hacia un foro participativo de ventanilla única para Europa

Cualquier intento significativo de hacer que la democracia participativa funcione en Europa requiere un esfuerzo para simplificar sus operaciones a los ojos del público. En otras palabras, Europa no encontrará su alma democrática en un ejercicio de deliberación a gran escala, independiente y premarcado, como las Consultas o Diálogos con los Ciudadanos Europeos. En cambio, es a través de la creación de un espacio accesible, intuitivo y seguro que permita la participación del público diariamente que la UE se reconcilie con su propio desafío democrático y de responsabilidad.

Al centralizar todos los canales participativos en un foro único que involucra a todas las instituciones de la UE, que también estarán a cargo de abordar, revisar y filtrar la opinión pública, la UE será accesible e inteligible para muchos y, en consecuencia, más receptiva a sus aportes. El objetivo final de un marco tan participativo y performativo sería tener las propuestas, ideas y quejas más prometedoras en el trabajo diario de cada institución. Este marco participativo cotidiano no solucionaría mágicamente el déficit de responsabilidad europeo. Para prosperar, requerirá la adopción de un conjunto de medidas positivas y de apoyo capaces de nivelar el campo de juego dentro y entre los intereses representados ante la Unión y allanar el camino para la creación de una 'red cívica' europea.  

El tiempo corre: o la Unión Europea comienza a brindar oportunidades participativas significativas a sus ciudadanos capaces de afectar su propia toma de decisiones, o Europa, como sabemos, podría terminar pronto.

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