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La información, la participación y el acceso a la justicia pueden salvar vidas, proteger territorios y lograr un desarrollo sostenible.

La información, la participación y el acceso a la justicia pueden salvar vidas, proteger territorios y lograr el desarrollo sostenible

Andrea Sanhueza|

el medio ambiente Justice Atlas cuenta actualmente con registros de 2,089 casos de conflicto socioambiental por la minería, extracción de petróleo y gas. Esta es otra de las muchas cifras llamativas que vemos a diario sobre el desempleo; desnutrición; grupos de desplazados, migrantes y refugiados; ataques terroristas; y muchos otros problemas que enfrenta nuestra sociedad.

Me inspira escribir sobre los llamados conflictos ambientales porque detrás de ellos, como es el caso de cualquier otro conflicto, se encuentran personas en territorios específicos que tienen sus propios medios de vida, tradiciones, plantas, animales, aire, nubes y ríos.

La mayoría de estos conflictos han surgido como resultado de proyectos de inversión y explotación que invaden los territorios de las personas, como los esfuerzos de minería e hidroelectricidad. Estos proyectos amenazan severamente la vida de los grupos locales. La gran paradoja es que, aunque las comunidades locales tienen la mayor participación, tienden a tener poco o ningún poder para tomar decisiones sobre el proyecto. De hecho, a menudo ni siquiera tienen acceso a información básica sobre el proyecto: ¿de qué se trata? ¿Dónde tendrá lugar? ¿Quiénes son los gerentes de proyecto?

A menudo es casi imposible para ellos acceder a la información sobre los posibles impactos del proyecto. Los gobiernos y los inversores tienden a ver esta información como un "secreto de Estado". La posibilidad de opinar, expresar sus preocupaciones y mantener un diálogo informado y significativo con el gobierno y los inversores sobre el proyecto es un lujo, casi un milagro. Cuando esto sucede, es la excepción y no la regla.

En otras palabras, y desde una perspectiva de derechos, las comunidades afectadas tienen muy pocas oportunidades para ejercer sus derechos. derecho de información y participación en las decisiones que impactarán los territorios que habitan. El acceso a la información es un derecho humano y un elemento crucial de las democracias. Según la Ley Modelo Interamericana, información pública es “cualquier tipo de dato en custodia o control de una autoridad pública”. Participacion ciudadana, a su vez, se define como la oportunidad para que la ciudadanía se involucre, de manera oportuna y significativa, en la elaboración de políticas públicas, estrategias y planes a diferentes niveles sobre proyectos con impactos ambientales potenciales (CEPAL, 2013).

Hay muchas razones detrás de la falta de gobernabilidad democrática y de respeto a la derechos humanos. Me gustaría destacar uno en particular: los marcos legales de los países latinoamericanos que delinean mal los deberes y procedimientos para el acceso a la información y la participación ciudadana en materia ambiental.

Un ejemplo es el análisis legal realizado en 17 países de América Latina que mostró un nivel desigual de reconocimiento del derecho de acceso a la información. Mientras algunos países promueven este derecho, otros lo garantizan. Los marcos legales que garantizan este derecho incluyen obligaciones tales como: un plazo definido para la entrega de información, métodos adecuados de entrega que tengan en cuenta las necesidades locales y la necesidad de difundir la información con un lenguaje claro. Solo el 35% de los países han incorporado estos estándares en sus legislaciones.

Con respecto a la participación ciudadana, la investigación analizó las disposiciones sobre audiencias públicas de proyectos que están registrados en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) como un requisito básico para la participación. El resultado es bastante desalentador. Solo los países 4 (21%) están obligados a realizar consultas públicas sobre proyectos registrados en el SEIA. En los países 7 (41%) la consulta es voluntaria.

¿Qué puede hacer la gente al respecto? Se organizan para defender sus territorios. Otra realidad dolorosa es el asesinato de muchos líderes territoriales en América Latina y el Caribe que se han hecho llamar defensores del medio ambiente. Según el informe de Global Witness de abril 2015, en 2014 al menos 166 defensores ambientales fueron asesinados. La mayoría de estos asesinatos ocurrieron en Brasil (29), Colombia (25) y Honduras (12). Cuarenta y siete (40%) de ellos eran miembros de un grupo indígena. Además, en 2014 los asesinatos relacionados con proyectos hidroeléctricos se dispararon. Un ejemplo destacado fue el asesinato de la defensora hondureña Berta Cáceres, a quien se le había otorgado el Premio Ambiental Goldman en 2015.

Aquí es donde la negociación en curso entre 23 países de América Latina y el Caribe se vuelve crítica para la región. La promesa de un futuro acuerdo –hago énfasis en la palabra promesa ya que las negociaciones no han concluido y ciertos gobiernos han mostrado posiciones muy conservadoras– es que los Estados adquirirán obligaciones más fuertes en materia de información, participación y acceso a la justicia para que la ciudadanía pueda participar en los asuntos ambientales.

Esta negociación es parte de los compromisos establecidos por el Gobierno de Chile en su primer OGP Nacional Plan de Acción. Esto compromiso fue propuesta por la sociedad civil, y aceptada y apoyada por el Gobierno.

Creo que es difícil entender realmente el impacto potencial de este acuerdo a medio plazo, tal y como está planteado en los Planes Nacionales de Acción, lo cual es comprensible dada la ambición de la tarea Sin embargo, el hecho de que esta negociación esté enraizada en el Plan Nacional de Acción de Chile es un elemento crítico, ya que ha proporcionado visibilidad y una postura más fuerte, así como también ha reflejado la voluntad política de actuar.

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